- Cuando es hora de decir adiós es mejor hacerlo rápido.
- Sí. Toma la pistola y hazlo de una vez.
- Pero, tengo miedo.
- Me dijiste mil veces que querías hacerlo. Lo vienes pensando desde que tienes 16 años.
- Tengo miedo, ¿acaso tú nunca has sentido miedo?
- Sabes perfectamente que no.
- Lo olvidé. Me produces mucha distracción y me confundo.
- Sé que puedo distraerte, pero es porque tú me lo permites.
- Es mentira. Deja de hablar.
- Está bien, pero toma la pistola y hazlo.
- Si quiero callarte debo hacerlo, lo sé.
- Bien, manos a la obra. ¡Hazlo!
La mañana de domingo era calurosa y tranquila. El disparo se escuchó en toda la cuadra. Lo encontraron en su cama muerto. Había introducido la pistola en su boca, y logró finalmente callar a su incitador.
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