Cupido se llevó mi Valentin

Levantarse tarde. Arreglarse. Desayuno. Esperar el bus. Subir al bus. Ponerse los audífonos. Leer en el bus. Escuchar un susurro. Charlar con el chico sentado a mi lado. Tener cosas en común. Decir adiós. Un beso en la mejilla. Escuchar un “nos veremos de nuevo”. Bajarse del bus. Dejarlo ir.

8:59, Despierta

Se despierta con el ruido que hacen los vecinos nuevos al tratar de meter un sofá más grande que la puerta. La boca le sabe raro. Son las 8:59. A las 9 sonará su radio despertador.

Mientras intenta ponerse en pie empieza a sonar "Magnetized" de Laura Veirs. No le pone atención a ningún sonido y deja sonar la canción.

Se ducha, se viste, y sale a la calle. Tiene clases y ya no puede faltar; ha cumplido con las tres falta permitidas. Después de dos horas de escuchar a su profesor hablar de alguna teoría económica, sale del aula y va directo a un baño. Vomita. Sus manos tiemblan, y su pecho duele. Aguanta las ganas de sentarse a llorar, y sale.

Escucha los susurros de la gente; juzgan demasiado. No importa nada, ellos no saben nada, no sienten, no escuchan ese silencio que tanto puede decir.

No existe enfermedad, ni ruptura con su pareja, es sólo ese vacío de no saber cuál es el siguiente paso a dar, ni si es lo que quiere ser, o es lo que alguien más formó como quiso, haciéndole creer que toma sus propias decisiones. Tal vez y muchas cosas que ha hecho en su vida son las que debía hacer, especialmente en las decisiones equivocadas, en que cree haber tenido el control y la capacidad de errar, pero al final parece que es algo común, que todos han hecho y su caso no ha sido la excepción. Es un peón más en el juego de ajedrez de alguien.

Sale de la universidad mirando al suelo, a cada movimiento de sus pies, procurando no tropezar con alguien. Se dirige a una parada de bus en la que no hay nadie. Su bolso cruzado lo lanza a su espalda, se cruza de brazos, mira a todo lado como buscando algo, y camina de un lado a otro en un espacio de metro y medio.

Un auto blanco para junto a la parada, el vidrio baja y se escucha una voz de mujer decir "¿cuánto?". Iba a mandar al carajo a aquella persona en el auto, pero eso era lo esperado, así que respondió "poco" en voz baja, pero perceptible para la mujer en el auto. La puerta se abrió y subió procurando que su falda no se arrugara al sentarse.