Estar y no estar

Este mundo de estar y no estar se me ha convertido en algo recurrente.


Me gusta sentir las ausencias, esas tan presentes que aún duelen, tan dolorosas que se vuelven placenteras. Placeres culposos que solamente saben revolverme por dentro y darle la vuelta a mi mundo.


El cariño y el amor se presentan por ahí entre tantas cosas, y me hacen detenerme a mirar con detenimiento. Me gusta mirar al amor desde lejos, me gusta más su concepto que realmente sentirlo. En la teoría todo suena mejor, en la práctica todo es difícil, no hay pasos, no hay instrucciones, y el aprendizaje es muy complicado. 


Prefiero mirar a los personajes de esta película mental que creo a diario, indagar más en ellos, toparlos, mirarlos desde arriba, crear empatía, sentirlos.


Mientras ellos están, yo prefiero estar ausente. 

Ya no...

Ya no siento tanto frío cuando tú no estás. Ahora solo lleno el espacio vacío con un par de almohadas. Ya no siento nostalgia cuando te pienso. A veces solo quiero que regreses de manera permanente, que vuelvas con un nuevo disco bajo el brazo y me pidas que lo escuchemos mientras hacemos el amor, que pongas a sonar de nuevo el disco mientra preparamos algo de comer y me lanzas una mirada cómplice que me pide recordar la primera vez que lo escuchamos.

Ya no me duele tu ausencia, existe desde que estabas junto a mí intentando terminar aquel proyecto tan importante de tu trabajo. Solo me duele no verte durmiendo a las dos de la mañana, sentir que en la noche nada me pasaría. Ya no me inquieta saber en dónde estás a toda hora del día, seguir tus pasos.

Ya no dueles aquí, entre el pecho y el vientre. Ya no me dejas sin aliento. Y lo peor, ya no me aceleras el corazón.