Every Breath You Take

Caminaba cerca de mi casa, iba en camino a verme con una amiga y a tomar un café. Era un lunes de verano, mucho sol, viento y las gafas de sol que no pueden faltar. Al acercarme a una intersección lo vi pasar, usaba una sudadera gris y llevaba lentes de marco negro. Me llamó la atención pero seguí con mi camino.

En la cafetería estuve hablando con Sandra, una amiga de la universidad a la que veo cada seis meses, cuando sentimos que tenemos muchas historias por contarnos. Eran casi las seis de la tarde cuando vi de nuevo al chico de sudadera gris entrar. Estaba solo. Pidió un café grande y se sentó a leer un libro. Parecía el Ulises de James Joyce.

Sandra tenía que ir a casa así que se despidió pero yo decidí quedarme un rato más. La verdad solamente quería ver más tiempo a aquel chico que tanto había llamado mi atención. Pedí otro café, descafeinado para poder dormir en la noche.

Sin tomar mucho tiempo empecé a crear escenarios en mi cabeza en los que yo me acercaba a hablar con él, o en los que él se me acercaba, se sentaba en mi mesa y teníamos una conversación de horas descubriendo lo mucho que teníamos en común.

Lo miraba de reojo, no quería ser captada en esa actitud casi de stalker, y a mi mente solo venía la letra de Every Breath You Take de The Police. Si a Sting nadie le dijo nada por obsesionarse con alguien y mirarla en cada respiro, ¿por qué alguien tendría que mirarme mal?

Eran aproximadamente las ocho de la noche, ya no podía seguir más tiempo en la cafetería con el pretexto de leer en mi teléfono, revisar la pantalla vacía sin mensajes. Quise anotar mi número en una servilleta y dejársela al mejor estilo hollywoodesco, pero el miedo y la vergüenza me rebasan.

Y dejé las circunstancias ser. Dejé que los riesgos huyeran. Me permití mirarlo al salir, tenía ojos cafés, unos labios que parecían muy suaves y que me gustaría ver sonreír. 

Ahora camino por aquella intersección en donde lo vi por primera vez, y de vez en cuando voy a la cafetería con la esperanza de verlo, de mirar cada una de sus respiraciones, sus pasos, sus sonrisas fingidas, que mi corazón duela... Sting lo aprobaría.