Adiós

Aquellos dos sabía de su existencia sin siquiera haberse conocido, sin haberse mirado, pero si habiéndose leído cientos de veces. La maravillosa y peligrosa red, aquella invisible que tenemos en casa, al alcance de un clic fue lo que los unió.

Él se enamoró de ella mucho antes de que ella lo hiciera. Él se enamoró del personaje que ella era, y para ella, él simplemente era palabras. Él podía sentirla a diario, tocarla sin tocarla, y  sentir que afuera, en algún lugar ella caminaba pensando en que escribirle, y esa era su más grande fantasía. Ella no sentía nada, simplemente seguía con su vida, y le escribía, sin ilusionarse de éste personaje tan real y a la vez tan creado en su mente.

Los parques, esos lugares que hacían de testigos del amor de cientos de parejas han dejado de lado su protagonismo y le han pasado tan gran honor a los teclados, esos rectángulos con letras que han visto cientos de historias decirse, y ese era su escenario, nada más que el teclado para expresarse, y la pantalla para sentir.

A ella le aterraba hacer realidad la fantasía, y sobre todo que se desvaneciera, pero para él la fantasía nunca iba a desaparecer, la fantasía tal vez no existía, la fantasía era su vida, era su realidad. Tan distintos y con tanto en común.

Las ganas de él por conocerla aumentaban cada día, y buscaba pretextos para hablar con ella a diario, y aunque no sacaba el tema de conocerse muy seguido ella podía sentir que él lo deseaba, y al final ella se dejó convence. La curiosidad que ella sentía por saber quién era ese personaje con el que tanto tiempo pasaba hablando había aparecido apenas unos días antes de que quedasen en verse.

El día llegó, iban a verse por primera vez a las 4 pm de un martes en un parque. Era un día de esos llenos de viento y con un sol que derretía a cualquiera. Ella llegó 10 minutos tarde y cuando estuvo a 5 metros de distancia supo que él iba a romper su corazón. Se saludaron, se abrazaron como si se conocieran desde hace años, y él llevaba el encuentro a su gusto, guiándola en las conversaciones, en los lugares por los que caminaban, pareciendo un simple amigo.

Las citas continuaron, y para ella todo había cambiado, eso no era una simple fantasía, era real, y era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo, y él ocultaba su emoción, sus sentimientos y lo mucho que disfrutada de ella.

La amistad cambió con el primer beso dentro de una sala de cine, ya no eran conocidos, y tal vez nunca pasaron como amigos, pero fueron directo a ser novios. Ella empezó a enamorarse de él, y cada día que pasaba con él lo atesoraba como a una joya cara entre las hojas de un diario, y él trataba de aprovechar las horas desocupadas de ambos en estar juntos, caminar, tomarse de las manos y simplemente estar juntos.

Pasaron los meses entre salidas, conversaciones, creando escenarios en los que ellos estaban juntos, sintiéndose cerca en las noches aunque estuvieran lejos, queriéndose. Aunque todo marchaba bien un día ella despertó sintiendo la monotonía de su vida; quería sentirse más deseada de lo usual, mucho más importante, dejar de ser simplemente la novia que nadie conocía, y simplemente se fueron separando. Nunca terminaron la relación, nunca se dijeron adiós o algo parecido, simplemente separaron sus vidas.

Él rompió su corazón, simplemente la olvidó, y aunque ella trató de mejorar las cosas, al parecer él dejó de quererla.

Luego de las semanas de tristeza, de llorar por noches enteras la felicidad la invadió, y aunque aún no lo había olvidado y seguía extrañando todo él, podía sentirse feliz de haber querido de nuevo, y de haberse sentido amada. Quizá esa fue la despedida que necesitaba.

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